4 mar 2009

Pupitres

Se ha vestido de anochecer el presente, mientras el pasado prevalece incorrupto, pútrido de recuerdos y añoranzas. Las últimas lágrimas de las despedidas descienden aún entrecortando en finos hilos el cristal de un autocar que se escapa, y las mochilas sobre las cabezas de estudiantes se tambalean en la repisa. Atrás solo se deja el sabor dulzor de los años jóvenes.

Un muro donde reposan los nombres de los olvidados, niños de campo asfaltado, y al marchar como maniquíes se vuelven los recuerdos, promesas ingratas de sueños que nunca llegarán a puerto mercante, con destino en la isla del destierro y olvido.

Más allá tan solo la soledad de los años que maduran la carne, quimeras pensantes de que todo siguió cristalino al marchar, sin ser conscientes de que el tiempo barre las vidas de todos, incluida la nuestra.
Lo niños con mochilas al hombro crecieron deprisa, tal y como yo lo hice, cambiaron de vida…y ahora tan solo queda el amargo sabor de saber que muchos no sobrevivieron a su propio destino, algunos fuman en base, otros viven lejos de las realidades mundiales, otros fueron padres, mujeres y maridos…y alguno, ¿alcanzó sus sueños de niño?

Y en el fondo del pensamiento aletean los días de pupitres verdosos, hoy las paredes del centro quedaron silenciosas, sin crujir ante el peso de las décadas, mudas, solemnes los árboles de la entrada moderaron su baile de viento…y en el recreo los niños nuevos cantaron sin remedio

“Correr correr, que llegan los bosnios”

Sin saber muy bien, que significaba aquello…

…de nosotros, ya, no quedan recuerdos.

Iraunsugue Eternia

Fotografía de google