Faltan veinticuatro horas para que el reloj marque nuevamente la media noche, pero no será una media noche cualquiera, si no la nuestra, desde hace tan solo un año.
Nunca te lo he contado, pero sé que Ella tenía una playa, una de esas que conoce mucha gente pero que es propia porque algo especial ocurrió en ella, otra media noche de otro año cualquiera. Por eso Ella contabilizaba los años cada noche de San Juan, ya que de alguna manera, de una forma u otra algo terminaba ocurriendo…para bien o para mal.
Hace años que Ella murió en aquella playa. Era una playa desierta pues poco importaba si el día la llenaba de gente y ruidos. Al caer el ocaso las dunas cambiantes se mecían sobre los vientos del mediterráneo tomando otras formas, caprichosas se alejaban hacía la pineda desorganizándose, estableciéndose de nuevo para crear un paisaje diferente al llegar el alba.
Nunca te lo he contado, pero yo las conocí, a Ella y su playa. Desde el día de su muerte otra noche de San Juan me he dedicado a encender una vela cerca del mar, de su mar. Por si al oleaje le daba por devolverla a la vida, y Ella volvía a ser Ella, hasta aquella noche en la que comprendí que no regresaría. Pertenecía a la playa, como la historia que nunca te conté, esa que aún me susurran las olas a la media noche de San Juan.
Los secretos no se los lleva el viento, se arraigan a las personas que los celan entre los escondrijos de la memoria. Yo guardo el suyo, el de la playa, de todo aquello que ocurrió y hasta el de su muerte.
Yo ya te conocía, aunque aún tú no fueses consciente. Todos hablaban de ti como si de hermanos gemelos de alma nos tratásemos, comparaban nuestros caracteres, aficiones, sueños, miedos, paranoias…Te perseguía por la red, cada trabajo que hacías, proyecto, cuadro o fotografía llegaba a mis ojos a través de un click. Pero nunca te vi, cuando yo entraba, tú salías. Siempre había alguien que te había visto, todos menos yo, todos menos tú.
La noche que te conocí yo pensaba en una huída, en la playa cercana y la vela que debía encender en su memoria. Fue “La cinta blanca” de Michael Haneke el punto de inflexión para colarme en tu mente y entablar una conversación. Dirás que fue el vino, yo apuesto por la magia. Lo cierto es que el mundo entero quedó aparte, los presentes en aquella cena donde finalmente corté a tu lado aquella tortilla casera fueron relegados a la muchedumbre con la que más tarde nos toparíamos en la playa, en la nuestra, no en la de Ella.
Todo está borroso, no porque el tiempo haya licuado las memorias. Más bien diría que tan solo recuerdo tu presencia cercana, la búsqueda de tu mano, la fuerza de la tuya apretando la mía. Nuestros dedos sondeándose bajo la arena oscura. Cada milímetro de una conversación que duró horas. Cerca del mundo, de la fiesta, la música, los petardos, el ruido…tu voz era el hilo conductor de mi sonrisa, tus sueños los míos.
Sé que él te pidió que te marcharas, que te alejaras de mí.
-No puedo –le dijiste- tengo que quedarme con ella.
Aquella noche perdimos a quién creíamos un gran amigo, los demás presentes solo fueron fugaces apariciones en nuestra vida, sombras del ayer que poco importaban. Representaban el camino para nuestro re-encuentro, saltos de tiempo, trampolines hacía otra vida, la nuestra.
Desde aquella noche no ha pasado una que no me hayas recordado quién soy, quién eres, que significamos el uno para el otro. Ha sido un año de caídas en picado, de levantarnos magullados y lamernos las heridas para seguir luchando por lo que siempre hemos creído.
Perdimos un amigo, ganamos mucho más de lo cualquiera pueda imaginar.
Me faltan dedos en las manos para contar los castillos que construimos en el aire y que hemos llevado a tierra, me falta espacio para archivar el millar de fotografías de nuestros días juntos. Tengo una carpeta repleta de proyectos acabados, otra con los próximos ya numerados.
En este año me has rescatado de aquella vela que siempre encendía desde la muerte de Ella. Me has devuelto la sonrisa, la ilusión, las ganas de comerme el mundo a tu lado. Te has vuelto mi mejor amigo, mi pareja artística, el hombre que me ama y me cuida, al que amo, al que cuido. El niño que comparte mis sueños, mi gatuno, mi artista, mi hombre.
Me has traído de vuelta a la vida, me has regalado tú corazón, has remendado el mío que ahora late en tus entrañas. Me has enseñado que significaba amar, creer, compartir, confiar, crecer al lado de alguien sin miedo a la huída. Me has llevado lejos para enseñarme el mundo, ciudades europeas que había estudiado en los libros de historia y arte. Me has mostrado pueblos bajo pantanos, cuevas secretas, lugares que han ido formando un mapa de musas que ahora inspiran cada noche mi teclado.
En unas horas volveremos a subir a un avión para marcharnos lejos a celebrar el día que finalmente nos encontramos. Sé que en Düsseldorf no habrá petardos, reconvertiremos nuestra playa en el rio Rin. Pasearemos por las calles angostas del casco antiguo, y será allí, en alguno de aquellos lugares cuando vuelva a susurrarte al oído…
-Alex, ¡mírame! No te vayas, quédate conmigo.
Como aquella noche de San Juan…de hace tan solo un año.
Iraunsugue Eternia (Laura Butragueño)
Fotografía: Por aquel que creíamos amigo. Recuerdo de nuestra primera noche de San Juan (Mataró, junio 2010)
5 Atravesaron la realidad:
me ha encantado! Eternia eres tan linda, cálida cuando quieres jajajja! un abrazo grande!
Ay el amor querida que bello.
Disfruta del corazón, goza de la vida y deja los sentimientos en libertad.
Un Abrazo de Paco.
CHARLOTTE: Jajajaja gracias guapa, creo que todas tenemos ese punto de cálidez ;) un besazo enorme!
RES DE RES: Desde luego que hay que disfrutarlo, de pies a cabeza y hasta el fondo del alma.
Un beso Paco!
Tenia que ser en Sa Juan!;) saludos!
ANA: No podía ser otra noche!! Tenía que ser esa...mi noche :)
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