20 jun 2011

La Cueva


No han pasado ni cinco minutos desde que vi a Alex desaparecer por la gatera. He perdido la cuenta de ellas, a estas alturas bajo el techo del mundo el tiempo deja de tener sentido alguno. Al principio su cuerpo era un reflejo de luz que avanzaba arrastrándose entre la roca, poco a poco la luminiscencia ha dado paso a una total oscuridad. Si apagase mi frontal ahora tan solo quedaría la nada.
Siento la humedad de mi cuerpo sudoroso bajo las capas de ropa, respiro lentamente intentando no ahogarme, el oxígeno aquí abajo es mínimo. El ambiente pesado, húmedo, los pies resbalan a cada paso debido a las filtraciones de agua. He dejado de escuchar su respiración entrecortada, el paso de su cuerpo arrastrando la gravilla…silencio.

Soy consciente de que los sonidos que provienen del fondo no pertenecen a la risa de los niños, pitidos agudos, si me vuelvo el frontal me mostrará cientos de túneles que dan a parar a los pisos inferiores. La luz atrae el aleteo de los murciélagos, ríen, se que ríen. Prefiero no pensar en ello.

Llevamos una hora bajo tierra –calculo- me he deslizado entre la roca, arrastrado, bajado paredes apoyándome en la piedra férrea, aferrada a cuerdas mojadas por donde resbalaban mis dedos. He creído caer unas cuantas veces, si hubiese ocurrido seguramente habría terminado aterrizando en el último piso escavado por los mineros, está inundado y las posibilidades de salir con vida de ahí abajo son más bien cero.
Alguien antes que nosotros se dedicó a marcar las paredes. Las flechas verdes simbolizan el camino, las S la salida. Las cruces rojas el peligro, las X tan solo son puntos ciegos.

Sé que es mi turno, la voz de Alex se ha escuchado lejana en la galería de al lado, debo arrastrarme con cuidado para no darme contra el techo. Todo es tan estrecho que he pensado que no sería capaz de volver a hacerlo. Medito en que he entrado, hemos llegado a la vagoneta olvidada, ahora solo es ascender a la superficie.
Fuera miles de personas sufren de ahogo, o eso dicen a la gente que les pregunta por su estado. Porque en realidad nadie se atreve a hablar de ella. Ella aparece un día sin previo aviso, se presenta en tu vida bajo una taquicardia constante, arrebatándote la respiración, saltándote las lágrimas. Cuando ella llega una piensa que será la última, porque a menudo es tan fuerte que al terminar caes rendida, agotada y sin sentido. O mejor dicho sintiéndote el ser más olvidado de la tierra. Ella siempre acompaña un motivo, en mi caso demasiados. Algunos la llaman Nervios…yo siempre por su nombre, Ansiedad.

Aquí abajo ella podría capturarme en cualquier momento, tiene todas las de ganar. Escucho el sonido de mi corazón agitado, la respiración que falla. Solo hay una cosa que ella no sabe, en La Cueva ella carece de importancia, su nombre solo funciona allí arriba, en la superficie. Aquí, bajo tierra en la mina predomina la otra, la Supervivencia.

Aspiró hondo antes de avanzar, me agacho intentando no dar con la cabeza en la roca, el casco amortigua el golpe. Sigo deslizándome entre el barro y la gravilla, un golpe seco me lleva a morderme los labios, abro los ojos a la par que un murciélago pasa ante ellos rozándome la nariz con sus alas. Veo la luz al final de la gatera, Alex se ha sentado a esperar indicando su frontal hacía la salida para que pueda avanzar con más luz. Me es imposible mover el codo, he debido darme con alguna piedra, pero debo avanzar. Sigo reptando hasta que mis pies salen de la gatera y alzo finalmente el cuerpo. La galería se cubre de colores ocres, resto de hierro, aún quedan las vías que en su día utilizaban los mineros para sacar el material de la montaña.

Seguimos avanzando, sé que cuando llegue arriba ella ya no estará porque Supervivencia se ha vuelto más importante que Ansiedad, y si no la pienso, si la ignoro quizás deje de acecharme. Me aferró a la cuerda dejando caer el cuerpo, tan solo los pies quedan contra la pared, abajo no hay nada, solo vacío y oscuridad. Siento el cuerpo de Alex temblar al otro lado. “No voy a caerme” pienso, finalmente doy un salto y consigo llegar a su lado. Escucho como deja salir un profundo suspiro, sé que no deberíamos haber bajo solos, en grupo, siempre en grupo. Pero necesitaba de aquello, de La Cueva.

Poco a poco los pulmones van reaccionando ante el oxígeno, la entrada está cerca, ahora la llamamos salida. La luz se filtra entre los árboles y vemos la puerta de hierro que cruzamos hace dos horas y media. Alex me abraza, lo hace con fuerza.

—Campeona, mi campeona.

Me ha susurrado al oído, sonrío mientras me deshago del casco.
La luz me ciega, huele a bosque y a la mar cercana. Todo aquello que llevaba a las espaldas ha quedado atrás, entre los aleteos-risas de los murciélagos. Ya nada tiene importancia, solo nosotros, tan solo seguir adelante.

Iraunsugue Eternia (Laura Butragueño)

Fotografía: Alex Manzanares (Mina Can Palomares, Malgrat de Mar)
¡Gracias por esa gran experiencia que me ayudaste a vivir, no desisto, sé que las próximas cuevas son más duras, pero estoy dispuesta a superarlas todas!

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