8 mar 2011

ToRRe


El viento se colaba en los oídos con un zumbido sinuoso de aguas calmas, danzaba en el cerebro meciendo una melodía inaudible para el resto. No tenía letra, y si lo pensaba carecía de sintonía en sí misma, pero seguía allí, zumbando, alzándose.

Todo había quedado sumergido, la vida que un día se había colado entre las calles ahora era pasto del fango y de los peces que se paseaban a sus anchas por aquel pueblo de agua. Por un instante la hubiese gustado bucear hasta las entrañas de sus puertas, colarse entre las tejas seguramente mohosas que dormían en el fondo del pantano.

La torre seguía erguida en la superficie, mostrando su cabeza al aire, sin dejarse barrer por aquel viento que ensordecía a las mentes. Un niño gritó a lo lejos, pero a ella tan solo la resultó el sonido vano de alguien o algo en otra estancia, en un submundo paralelo al cual se encontraba.

El agua gélida rozaba las orillas, y la torre alzada, y el viento, y el grito del niño a lo lejos.

-En realidad todos somos como aquella torre –pensó para sus adentros-.La mitad de nosotros siempre queda sumergida, hasta que alguien viene y la destripa, la arranca, la viola y te conoce. Te desprende del silencio y se sumerge en tus adentros…y a eso le llaman…

-¿Tienes frío?

Se había acercado con la cámara colgando sobre el corazón, porque hay quién lleva el arte enraizado en el alma. La cubrió despacio con ambos brazos, rodeándola, llenándola con aquel calor humano que engendraba sueños y mataba soledades.

-¿Recuerdas la noche en la qué busqué tu mano?-Y ella seguía mirando al horizonte-.Tú la apretaste con fuerza, entre la gente, sin que nadie nos viera. En aquel momento dejé de sentirme sola, dejé de sentir frío, porque de algún modo tú eras la mitad de ese círculo que siempre había esperado. El único capaz de sumergirse en mis adentros sin miedo, sin prisa, sacando lo mejor de mí misma.

La torre seguía alzada, el viento soplando, el niño gritando…pero ya no había frío.

Él no era uno de tantos caminos, era el camino en sí, el elegido, el que ella siempre quiso.

Y la torre quedó allí, prendada entre las aguas fangosas de un dique de hormigón que soportaba la presión de las vidas que un día escaparon del pueblo de agua, o quizás de los secretos que aún se guardan sumergidos bajo el pantano y sus casas.

Laura Butragueño (Iraunsugue Eternia)
Fotografía por Alex Manzanares (Pantano de Sau, Marzo 2011)

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