28 mar 2011

Nuestro último videoclip: DEOSCAR Un ángel llamado tú



Videoclip realizado por MUNDO HORMIGÓN para la canción Un ángel llamado tú del cantautor DeOscar. Para la discográfica NAT TEAM MEDIA.

Dirección y montaje por Alex Manzanares.
Producción artística Laura Butragueño.

¡Espero que lo disfrutéis!

15 mar 2011

45 días por año.



Caminaba bajo la lluvia paraguas en mano, la cartera con dos años y dos meses de trabajo pesaba sobre el hombro izquierdo, intentaba sostener un cigarrillo en la otra mano como si en ello se le fuese la vida. Sentía los pies mojados, empapados de calles inundadas de tránsito y charcos. Esquivaba sin ver, pues sus ojos solo eran un mar de lágrimas descendientes que se mezclaban con las ráfagas de viento y gotas que resbalaban por su rostro.

Abrió la puerta, buscando el punto de información o algún agente que pudiese mostrarle el camino.

-Disculpe, ¿busco el juzgado de lo social?

-Aquí no es caballero, tres números más abajo.

Salió dando las gracias, abriendo nuevamente el paraguas, y los pies mojados, y la cartera sobre su hombro portando todo lo que un día constituyó parte de su vida, más de la mitad de su tiempo. Los papeles pesaban, se revolvían contra los bolígrafos, la fotografía que un día presidió la mesa de trabajo, cachivaches inservibles hoy.
Volvió a abrir otra puerta, esperando que esta vez fuese el sitio adecuado.

Necesitaba terminar con aquello. El corazón bobeaba aprisionándole el pecho, el primer grito de ansiedad surgió en el estómago tomándole los pulmones, dentro de pocos minutos comenzaría a hiperventilar y caería redondo al suelo. Rebuscó en la cartera las pastillas que lo acompañaban noche y día desde hacía más de seis meses, la posó bajo la lengua intentando tranquilizarse y dirigiéndose nuevamente al punto de información.

-¿Es este el juzgado de lo social?

-Es el número cuarenta y uno.

-De ahí vengo, y me dijeron que era este, el treinta y cinco.

El personal de seguridad le hizo pasar, seguramente porque su rostro ceniciento y aquella voz apesadumbrada hablaban por sí mismas.

-Dígame que es lo que necesita y le digo donde debe acudir.

-Debo cobrar una indemnización por despido improcedente.

-Comprendo…es el número siete de la calle Balmes, unas quince manzanas más arriba.

Le irá mejor ir caminando, solo es una parada de metro.
Las ráfagas de viento no habían amainado en los cinco minutos que pasó dentro del edificio oficial. Las gentes se agolpaban bajo las marquesinas, buscando refugio ante el diluvio él prosiguió su camino. Solo un poco más, un poco más y casi habré terminando. A cada paso que daba la memoria le devolvía retazos de los meses anteriores, la caída en picado que le llevaría a esos instantes…

-¿Qué quieres decir con qué no podéis subirme el sueldo? Me lo prometiste, llevo casi un año esperando.

Su jefe se rascó la nariz antes de proseguir.

-Sabes que no es decisión mía, es la central, pone problemas. Reconozco que debí tramitarlo cuando te hicimos indefinido, se me pasó y ahora es complicado.

-Ambos sabemos que estoy desarrollando un puesto que no corresponde a mi categoría, es lo justo. No puedo seguir haciéndome cargo de tantas cosas, no me siento reconocido y bien sabes mi situación.

-Lo comprendo y soy consciente…quizás en unos meses.

-Sabes que llevan meses ofreciéndome una baja, conoces mi situación actual…

No le dejó terminar, se acercó unos milímetros bajando el tono de voz, pues en aquella empresa los despachos tenían ojos y oídos, y todos los secretos se contaban a voz en grito a la hora del cigarrillo.

-Creo que lo primero es tu salud, coge la baja un mes, dos, lo que necesites.

-No puedo permitirme perder el puesto.

-¡Por favor! Nadie va a echarte, te necesito al cien por cien, ve, coge la baja, recupérate y vuelve cuando estés mejor, te estaremos esperando.

El burofax con la carta de despido había llegado quince días después. “Bajo rendimiento en los últimos meses” habían alegado, enviando conjuntamente la aceptación de despido improcedente y la indemnización correspondiente.
Seguía caminando, calle tras calle observando los números y nombres, buscando sin hallar el lugar indicado. Preguntó dos veces, siguió caminando portando la cartera que a cada paso se hacía más y más pesada. Recordando las horas que había dejado en aquella mesa, los malos modos recibidos, la piel en cada cliente, la búsqueda incesante, las horas, las malditas horas de callar y bajar la cabeza. Los gritos desde el despacho, el pasotismo ante las victorias. La esperanza cada noche a las diez y media cuando cerraba los ojos esperando recibir la afirmación esperada al día siguiente. El reloj a las cinco de la mañana, los tres transportes públicos de ida y vuelta, las horas, los gritos, informes, números que no correspondían, humillaciones.

-Venía a cobrar una indemnización por despido improcedente.

-Sí es aquí…si me deja la carta.-Aquella señora ni tan siquiera se paró a observarle, rutina, simple rutina en sus ojos.-Todo está correcto, cuarenta y cinco días por año, se lo ingresaremos en cuenta en quince días máximo.

-¿Y mi tiempo, y mi fuerza?¿Esas quién me las paga?

Al día siguiente tan solo sería un número más en la interminable lista del paro…y la cartera aún pesaba, y las horas, y los gritos, las mentiras, humillaciones.

Laura Butragueño (Iraunsugue Eternia)

10 mar 2011

Entrevista en PBDigital


Os dejó la última entrevista que me han realizado por mi primera novela “Y tu luz en mis tinieblas” para el Blog PBDigital.

http://pbdigital.blogspot.com/2011/03/entrevista-laura-butrageno.html

Muchas gracias!

Fotografía por Alex Manzanares (Pregón de las fiestas de Agosto 2010 de Pedro Bernardo, Ávila)

8 mar 2011

ToRRe


El viento se colaba en los oídos con un zumbido sinuoso de aguas calmas, danzaba en el cerebro meciendo una melodía inaudible para el resto. No tenía letra, y si lo pensaba carecía de sintonía en sí misma, pero seguía allí, zumbando, alzándose.

Todo había quedado sumergido, la vida que un día se había colado entre las calles ahora era pasto del fango y de los peces que se paseaban a sus anchas por aquel pueblo de agua. Por un instante la hubiese gustado bucear hasta las entrañas de sus puertas, colarse entre las tejas seguramente mohosas que dormían en el fondo del pantano.

La torre seguía erguida en la superficie, mostrando su cabeza al aire, sin dejarse barrer por aquel viento que ensordecía a las mentes. Un niño gritó a lo lejos, pero a ella tan solo la resultó el sonido vano de alguien o algo en otra estancia, en un submundo paralelo al cual se encontraba.

El agua gélida rozaba las orillas, y la torre alzada, y el viento, y el grito del niño a lo lejos.

-En realidad todos somos como aquella torre –pensó para sus adentros-.La mitad de nosotros siempre queda sumergida, hasta que alguien viene y la destripa, la arranca, la viola y te conoce. Te desprende del silencio y se sumerge en tus adentros…y a eso le llaman…

-¿Tienes frío?

Se había acercado con la cámara colgando sobre el corazón, porque hay quién lleva el arte enraizado en el alma. La cubrió despacio con ambos brazos, rodeándola, llenándola con aquel calor humano que engendraba sueños y mataba soledades.

-¿Recuerdas la noche en la qué busqué tu mano?-Y ella seguía mirando al horizonte-.Tú la apretaste con fuerza, entre la gente, sin que nadie nos viera. En aquel momento dejé de sentirme sola, dejé de sentir frío, porque de algún modo tú eras la mitad de ese círculo que siempre había esperado. El único capaz de sumergirse en mis adentros sin miedo, sin prisa, sacando lo mejor de mí misma.

La torre seguía alzada, el viento soplando, el niño gritando…pero ya no había frío.

Él no era uno de tantos caminos, era el camino en sí, el elegido, el que ella siempre quiso.

Y la torre quedó allí, prendada entre las aguas fangosas de un dique de hormigón que soportaba la presión de las vidas que un día escaparon del pueblo de agua, o quizás de los secretos que aún se guardan sumergidos bajo el pantano y sus casas.

Laura Butragueño (Iraunsugue Eternia)
Fotografía por Alex Manzanares (Pantano de Sau, Marzo 2011)

3 mar 2011

LaBeRiNtO


Todo era pequeño, en realidad diminuto, pero a las espaldas se convertían en miles de pequeñas cosas que pesaban toneladas unas sobre otras. Bloques de hierro, hormigón armado, fustas de hierro que se clavaban en la espalda con un oxido corrosivo que comenzaba a corromper las entrañas. Pesaba, sin lugar a dudas aquella carga era superior al volumen de su cuerpo y su alma.

También estaba aquella luz, una luz intermitente que se apagaba y se encendía dependiendo del día, lo cual dificultaba seguir el camino marcado, si es que en realidad existía dicho camino.

Por otro lado estaba la llave, se suponía que abría una puerta que no se encontraba en ninguna parte, al menos no visible. Era una llave cambiante, porque quedaba a merced del tiempo y ella misma decidía variar de forma y tamaño, por lo que la facilidad de que encajase en la cerradura adecuada era altamente improbable.

Lo peor si lo miraba de forma negativa, es que aquel lugar era todo un laberinto donde las formas, el tiempo y el destino jugaban a sus anchas dependiendo de las emociones. Lo bueno, es que dicho laberinto ya había sido recorrido antes, solo debía avanzar, deshacerse del hierro, el hormigón, el óxido, el pasado, los miedos, los demonios.

Recordar su nombre, su verdadero nombre…

Laura Butragueño (Iraunsugue Eternia)
Fotografía por Alex Manzanares (Sant Celoni,2010 de la serie Industrial Landscape)
http://alexmanzanares.blogspot.com/