25 jun 2008

Reorganizando


Su abuelo solía decirla que “cuando la vida cerraba una puerta, siempre nos abría una ventana”. Ella también recordaba haberle oído decir que “al pasado no se vuelve ni para coger carrerilla”.
Había pasado mala noche, demasiados ruidos externos que la impedían concentrarse en la meditación un tanto caótica, que se traía consigo misma. Podría decirse que parte de ella quería volar lejos de una realidad palpable que la agobiaba pisándola los talones, pero, por otra parte, su yo racional había despertado más lúcido que nunca. Y esta vez primaba más la realidad, que todo lo metafórico, romántico, idílico y onírico que se la pudiese antojar.


Ella en ningún momento tomó aquella decisión, no al menos tan trágica como se la había presentado, pero no podía negar haber dejado las migas de pan, para que la carga encontrase la chispa y se produjese aquel fatídico accidente de coincidencias que la llevó al punto en el cual se encontraba ahora.
Necesitaba tiempo, por una vez en su vida hubiese querido saber mecerse en las olas de la paciencia, para reorganizar aquel desastre de casa y armarios que se la presentaban.

Pero como era común en su agitada vida, tiempo, era lo menos que tenía. Comenzó tirando aquellos montones de ropa sobre la cama, observando cada una de las prendas hasta revivir las historias desde la tienda donde las compró, hasta el minuto exacto en la que quedó hecha un reguño sobre la cama. Dubitativa comenzó a vaciar armarios como si se tratase de su propia alma, mientras mascullaba entre dientes todo aquello que por una vez en su vida, iba y venía acorde con los sentimientos de su corazón.

Estaba claro, todo había terminado, ahora si que si, y lo único que quedaba era reorganizar de nuevo la existencia por muy efímera que la pareciese.

-¡Estoy hasta las narices! –la habían chillado la noche anterior –tú no eres su madre, tú tienes una vida que vivir, no puedes pasarte las horas midiendo tus pasos, ya no, ahora todo ha cambiado.

No sabía muy bien si fue el puñetazo en la mesa por parte de su amigo, o aquellos ojos verdes que se clavaron agresivos, mientras su interlocutor amenizaba con gritos y malos modos. No por un mal carácter, que sí, que también, sino por la necesidad de hacerla despertar de aquel ensoñamiento donde andaba desde hacía meses.
Fuese lo que fuese el caso es que funcionó, y aquella tarde se encontró a si misma desalojando su propia vida de todo el pasado, tiró, rompió, limpió, barrió, fregó y hasta quemó los recuerdos.
Todo era poco para limpiar aquel espacio que siempre había estado excesivamente lleno, y que ahora era la balda vacía con la que comenzar a llenarla de sueños, de sueños nuevos, privados y propios.

Nadie dijo que fuese fácil, y hasta las lágrimas se la caían de vez en cuando como torpedos por sus mejillas, pero al terminar observó la obra magna de su propio destino. Cajones suyos, mesillas suyas, ropa suya, sus zapatos, escritos, fotografías, su vida al fin y al cabo.
Se sintió liberada al abrir el armario y verse a si misma colgada de cada una de las perchas, aquellas prendas que la resultaban negativas terminaron en la basura. Podría haber hecho lo de siempre, una bolsa y al contenedor de recogida de ropa, pero pensó que nadie merecía vestir con tal negatividad, al fin y al cabo, la ropa se prendía de un cuerpo que al desprender energía hilaba las fibras con sentimientos, y algunas prendas estaban tan llenas de todo lo malo, que lo mejor, fue abrir ese enorme contenedor y despedirse de los recuerdos. Esperando que alguien más tarde, al caer la madrugada hiciese en una hoguera buena cuenta de ellos.

Al terminar pensó, que tampoco había sido tan difícil comenzar de nuevo.

Iraunsugue Eternia
Fotografía-Hogueras San Juan Playa San Gabriel, Junio 2008

4 Atravesaron la realidad:

JuanMa dijo...

Nada es difícil, cuando de verdad se desea (y se es valiente).

Un beso volando alto.

Iraunsugue_Eternia (Laura Butragueño) dijo...

JUANMA: Y por muy difícil que fuese, sino nos falta la esperanza que es portadora de valentía, todo, queda al alcance de la mano.

Un beso en las alturas.

haThus dijo...

A menudo es el tiempo lo que nos falta para hacer las cosas, pero otras veces es el miedo a romper definitivamente con el pasado, no por que estemos dispuestos a volver a nuestra anterior vida, sino por que no tenemos claro que consecuencias tendrá. Es el miedo a lo nuevo y se presenta de muchas formas, pero sobretodo es el miedo a alejarnos de nosotros mismos y de nuestro camino.
Al final nos damos cuenta de que ciertas cosas son necesarias y que no siempre, necesariamente, es un nuevo camino, solo una bifurcación del camino principal que aquí termina. Elegimos la nueva dirección, pero nunca nuestro destino.

Besos en la bifurcación.

Iraunsugue_Eternia (Laura Butragueño) dijo...

Nuevamente me dejas de piedra porque es justamente lo que quise decir con este texto, y tú como siempre lees más allá de lo que yo misma creí querer decir.
Así lo siento, me aferraba sin darme cuenta a objetos del pasado, por el miedo a que si me deshacía de ellos parte de mí se quemaría en aquella hoguera, en definitiva me perdería a mi misma.
Pero comprobé que no es así, que sigo siendo yo en esa bifurcación de este camino que es mi vida y que yo he escogido, y lo que el destino me depare bienvenido sea.

Besos desde mi camino escogido.