14 may 2008

Próxima Parada


Salgo, si, a pequeños pasos ágiles, intentando esquivar la marabunta de gente que se extiende vagabunda por la acera, piso grisáceo de losa antigua, observo las pisadas de los tiempos, saliva reseca de flemas pertenecientes a los transeúntes, chicles, grietas, chismes.
Alzo la mirada a lo lejos, el bus se acerca temeroso hacía la acera, la gente se aparta formando una irregular fila de almas, que aprietan y aprisionan los cuerpos.
Los más ancianos como estelas del ayer se acercan tímidos y apagados a las puertas, que se abren con un sonido ronco de aire vacío.
Me cuelo entre el carrito y el señor que acarrea la compra del mes en amoratadas manos que sostienen multitud de bolsas, paso la tarjeta y escucho el pitido y la respuesta sonámbula del conductor a mis “buenos días”.

Me abro paso entre la gente hasta el final del camino, tropiezo con bolsas, pies, personas que se aferran a las manillas de hierro forradas de huellas, consigo hacerme un hueco en el canal de olores sudorosos, mezclados con fruta reciente, maduros perfumes, embriagados almizcles de cuerpos cansados, sexo, sudor y tabaco.
Me siento al final de la fila, escondida tras la coraza de mis propios pensamientos, impidiendo que nadie se gire, tan solo allí, aferrada a mi bolso sintiendo el vibrar de las llamadas corrientes en el bolsillo delantero.

Aspiro, me ahogo y sostengo la mirada en el millar de personas que forman aquel espectacular universo en miniatura de vidas y culturas. Caigo en la cuenta de la organización inexacta de los que allí pastan pensamientos hasta llegar a su parada.
Se dividen en tres clanes bien formados, observo, pienso, callo.
La primera línea del frente, compuesta por mujeres de mediana edad, ataviadas con enormes gafas que ocultan el rostro, peinados de manos expertas, bolsos con nombre propio, móviles que suenan, algún niño de la mano.
Se vuelven cabeza alta hacía la segunda fila, miradas inquisitivas hacía el grupo de ancianos que se sostienen unos contra los otros, acarrean enormes carros de ruedas gastadas, el peso de su propio peso por años que van carcomiendo la vida.
Bostezan, comentan, se bajan de la mano, como una encadena de eslabones cansados.

Yo al fondo, último soldado de aquel batallón de combate contra el destino incierto, delante de mi puesto se amontonan colores distintos, ojos rasgados, trenzas trazadas en largos cabellos caracolas.
La muchacha de al lado sostiene a un bebé de menos de dos años, piel aceituna y ojos oscuros, me observa, lo miro, ambos sonreímos, mueca lactante del capricho. Juguetea con las manos hasta atrapar el pañuelo, que cubre la larga melena de noche de quién le trajo a la vida. La muchacha avergonzada mira a su alrededor, la siento temblar a mí lado, como si se tratase de un pecado aquella visible melena de sirena oriente.

-¿Te ayudo? –pregunto.

Sonríe, me deja al niño sobre mis piernas que se entretiene con mis pulseras de plata barata, mientras su madre pasa el velo sobre su cabeza y vuelve a formar el nudo preciso que encaja su bello rostro. La paso al bebé nuevamente a sus brazos, me observa agradecida. No hablamos, tan solo muecas, ojos que se escuchan, palabras sin sentido, se baja en la siguiente parada con aquel dulce niño.

Suspiró, me abstraigo….

Quiero hacer ese curso, lo necesito para mi currículo, tengo que conseguirlo, pienso una y otra vez, hasta hacerme duela de mi propia locura y caer en la cuenta de que ya hice todo lo que podía hacer. Doscientas personas, treinta y cinco plazas, está complicado, tengo que conseguirlo, llamaran, llamarán, ya lo verás…me digo a mí misma.
Pierdo la conciencia del tiempo y me vuelvo espacio, entre una fortaleza de adoquines negros atestados de público, telón de acero, granito y ladrillo, gris, ciudad gris…

El polvo come los edificios el salitre del mar se hace dueño del hierro, carcome los corazones, personas tristes, amargas, nadie sonríe, todos corren, parecen zombis…
Intento no pensar, pero vienen de nuevo, latigazo agreste contra los recuerdos, necesito escapar, el metal me come, aprisiona mi alma en está ciudad sucia, no hay salidas, no, no hay nada.
Recuerdo, recuerdo, recuerdo….me abrazo al sutil verdor de un olvidado arbóreo que consigo conquistar con el surcar de mis pensamientos a lo lejos….mis Pirineos.

Me fundo entre el paisaje oscuro y taciturno de los días mediocres, vuelo lejos, muy lejos, paseo entre los bosques de milenarias hayas, me hago parte de cada riachuelo, del canto de los pájaros, me sumerjo el la frialdad de las montañas nevadas, caldeo mi cuerpo frente al fuego, sostengo firme entre mis manos la cuajada, sabores, olores, todo me falta.

Despierto….

Un hombre grita a una joven de oscura piel que se baja dando voces, ella hablaba muy alto, a él le molestaba su timbre de voz, o sus anchas caderas, o su color, vaya usted a saber. Me refugio de nuevo, miro a la chica tras el espejo, se baja del bus y sigue su camino desproticando contra aquel desconocido.
El desconocido vocifera levantado haciendo extraños aspavientos…que miedo.

-Vete a tu país –grita colérico.

Todos los de la tercera línea nos volvemos, ¿qué dice?, ¿está loco?...que no lo diga, pienso nuevamente.
Se vuelve con aires de grandeza, ostenta un traje de caro precio, zapatos impolutos, nosotros, los del fondo, los inmigrantes, callamos al unísono, el desconocido lee la rabia en la mirada, pero aquí, en la tercera línea de pobres, parados y lejanos viajeros, tenemos más clase.

Pienso, ¿qué hago aquí?, no me parezco a nadie, mi piel es blanca como la leche, quizás ahora tostada de primaveral sol, ojos verde albahaca, pelo…depende el color de la temporada, ahora rojo intenso.
Yo no soy de fuera, pero tampoco de aquí.

¿De dónde soy?

No consigo contestar a la pregunta, por eso me siento con los sin tierra, porque en verdad siempre me sentí de aquella urbe que me vio nacer, cuando estoy lejos, muy lejos. Pero al llegar ya no recuerdo nada, y ni el asfalto me es familiar, hay recuerdos, tan solo eso, en aquella vieja ciudad. Viajo nuevamente por todas las comunidades que visité…no, no fui de ninguna parte, y en verdad no se muy bien a donde voy.
Por eso me siento allí, con los sin tierra, o más bien con los que vienen de fuera, porque al menos ellos, ellos, tienen tierra, yo….tan solo recuerdos de mil montañas lejanas.

Pulsó el botón, se enciende la luz “próxima parada”, lamento, me bajo, camino con prisas, abro la puerta, saludo al jardinero, sigo avanzando, escalones, segunda puerta, más escalones, ascensor, suspiro, se para, me bajo de ese maldito cacharro que tanta angustia me genera, giro la llave, entro en mi casa.
Me invade el olor a incienso, dejo caer el bolso, las prisas, la ciudad gris, la vida, las preguntas, a mí…escucho un leve maullido, me vuelvo, mi gata me recibe con aires de princesa encerrada, se sube sobre mis piernas cansadas, la abrazo…termina mi jornada.

Iraunsugue Eternia


Fotografía-Puerto mercante de Alicante, Noviembre 2007

8 Atravesaron la realidad:

haThus dijo...

Como siempre, es todo un mundo de sensaciones lo que describes. Un mundo que te envuelve y te recoge en la misma situación. Puedo sentir cada una de esas sensaciones como si fuesen mias. Desde luego que tienes un don para describir. Yo no soy usuario asiduo del autobús, pero me has hecho sentir lo mismo que cuando he tenido que usarlo durante algunas temporadas. Pero hay algo que me ha hecho sentirme como en mi propia casa, mi casa suele oler, también, a incienso y mi gata es, también, una princesa recluida en élla. (Me ha parecido que estabas entrando en mi casa jajaja.)

Un beso y un abrazo.

Iraunsugue_Eternia (Laura Butragueño) dijo...

Me alegro de conseguir que al menos mentalmente, hayas vuelto a pasear en bus, aunque sea por una triste y gris ciudad. Yo de momento sin vehículo propio me las voy apañando en trasporte público, desde luego historias interesantes si que se sacan para unos cuantos relatos y hasta una novela si hace falta!
¿Tienes una gata? Realmente a veces la compadezco, ahí metida todo el día en casa, pero ella parece vivir de lujo, o más bien dormir, que es lo único que hace durante el día, y aumentar mi sonambulismo cuando la da por jugar a “te araño los pies mientras duermes”.
El olor a incienso pienso que es la mejor bienvenida, al menos relaja.

Besos y abrazos.

haThus dijo...

Yo, aunque sí que tengo vehículo propio, es probable que acabe por venderlo. Tengo la suerte de poder ir caminando hasta mi trabajo, solo estoy a media hora de mi casa y lo prefiero a coger el coche. También se ven cosas por la calle, ya te lo imaginas, que darían para una novela jajaja.
Jajaja, tu gata es un poco traviesa, la mía ya hace tiempo que no me araña los piés, eso lo hacía cuando era más pequeñita. Como la tuya, esta también se pasa el día durmiendo, siempre he pensado que era cosa de la raza: Imalayo. ¿De que raza es la tuya?

Besos.

Iraunsugue_Eternia (Laura Butragueño) dijo...

Bueno si tienes coche yo no lo vendería, por mucho que puedas ir caminando al trabajo (cosa que yo personalmente prefiero) hay que tener en cuenta que no se, para viajar, etc.. es más cómodo, tienes una independencia.

Jajajaja mi gata también es de raza himalaya, blanca con patas, rabo y orejas grises, es mayor pero sigue siendo una niña juguetona y agresiva, esta muy loca.

Besos

haThus dijo...

El problema es que el recibo de mi hipoteca se ha multiplicado por 4 y ahora tengo que "quitarme" cosas de encima, y una de ellas es el coche, me supone un gasto muy importante. Pero no pasa nada, tengo el de mi padre, el ya no quiere conducir más y dice que lo puedo usa cuando quiera.
Lo de la gata me ha dejado perplejo, según el veterinario gatos como el nuestro hay muy pocos (según dice él, yo no tengo ni idea) de hecho a parte del mio no he visto más que fotos en internet. Es realmente curioso jajaja.

Besos.

Iraunsugue_Eternia (Laura Butragueño) dijo...

Pues la verdad es que de gatos he conocido mucha gente que tiene angoras o persas puros sin más, pero el himalayo poca gente.
Uf esas hipotecas, yo huyo de ellas como de la peste, a mí de momento no me pillan, de todas formas soy alma errante y es difícil que pare quieta en un lugar más de unos años.

Un abrazo

haThus dijo...

Lo ves, es un gato poco común, ¿sabes?, una vez leí en un libro sobre gatos, que está raza es alemana. Según decía, el origen de esta raza es una mezcla entre un angora y un siamés, vamos, un experimento aleman jajaja. Desde entonces procuro que no vea ninguna esvástica, no sea cosa que se le active algo en la cabeza jajaja.

Un beso.

Iraunsugue_Eternia (Laura Butragueño) dijo...

Jajaja que bueno no lo sabía, la verdad es que he leído poco sobre ellos, en cambio de perros se más, antes tenía una hembra de pastor alemán. La verdad es que si hubiese sido un loco experimento ponerlas a ambas frente a el tv y que viesen juntas una película sobre nazis, ufff mejor ni pensar como hubiese terminado el tema.
Lo que me gusta de estos gatos y el persa en general es lo silenciosos que son y los andares sutiles que llevan, son gatos muy especiales.

Un besazo