24 may 2008

De Ella y el Desamor

Se desvistió despacio dejando caer la ropa al suelo, acto seguido recogió el pijama se seda carmesí y lo depositó doblado sobre la mesita de noche. Sintió el frío de las sábanas recorriendo su piel en un estímulo entregado hasta que se dejo vencer por un mentiroso sueño que se apoderó de ella en el instante en el que él salía del baño.
Cerró los ojos haciéndose la dormida, y de espaldas al hueco vacío que llenaría segundos más tarde su acompañante, intentó relajar la mente para dejarse llevar al mundo de los sueños. Pero aquella noche la soledad se había tornado conjunta y pinchaba como escarpias junto aquel cuerpo desnudo.

La sobrevino la idea de tocarle, acercarse unos centímetros hasta quedar piel con piel en un estímulo apasionado, pero hacía varios meses que el candor de aquella cama se había apagado. Y el desasosiego era la única compañía de aquella pareja de extraños. Sabía que si se volvía buscando su cara, él la abrazaría para dormir. Pero tan solo el pensar en sentir aquellos brazos alrededor de su cintura la inquietaba, y el estómago de media vuelta comenzaba a producir jugos gastitos con sabor a bilis.

Aquella noche, mientras le oía pasar las páginas del libro en la tenue luz de la habitación, pensó en como había mutado aquel amor pasional de los comienzos. Y es que él ya no era el mismo, ahora tan solo el espectro del hombre que la enamoró. Hacía tiempo que no se reían juntos y que aquellos insignificantes despistes de él se habían vuelto las peleas diarias.

“Se te olvidó pagar el agua, tenías que hacer la compra, ¿cómo que se te ha olvidado la cartera? Tenemos que pagar la compra, ¿dónde está el dinero que reservé en la cuenta?¿te lo has gastado?” Y es que los te quiero se volvían vacíos en una convivencia monótona, y lo que antes fuese risa ahora tan solo, eran lágrimas. Ella había ido cayendo en la desesperación de las amargas lágrimas, del no necesitarle para nada, de valerse por si misma con sus pensamientos. Y lo que antes fuese un sueño ahora era la más terrible de las pesadillas, y no despertaba, tan solo, se hundía.
Había caído en la cuenta de que él jamás la quiso, tan solo la necesitó de algún modo, como se fuese el vínculo con la realidad de la vida, ella, la que de todo se encargaba, la que todo hacía. “No pasa nada yo me ocuparé de ello”, se había convertido en la frase favorita de sus labios mudos de miedos.

Al comienzo todo era perdonable, y no había más que sentarse hablar para que ambos escuchasen lo que el otro tenía que decirles, pero ahora, tan solo la inútil idea de quejarse por algo se convertía en una batalla campal. Y él comenzó a utilizar palabras mayores, y ella se subió al carro de los insultos acompañados de llantos.
Necesidad de morir, eso era lo que sentía, la férrea necesidad de abrir la ventana y tan solo, dejarse caer, para no llevar aquel lastre de amor que la agobiaba por dentro, y la ataba a una convivencia de reproches continuos.
Se sentía vacía, se sentía sola, despreciada, olvidada, no amada, pero sobretodo había olvidado lo que era temblar bajo las sabanas. Y tenía que esforzarse en inventarse historias apasionadas cuando él decidía besarla. Extraño nuevo concepto, lo que antes era ambrosia en sus labios ahora se había vuelto desprecio.

-¡No puedo más! –gritó en alto, pero la habitación tan solo respondió silencio.

Iraunsugue Eternia

Fotografía-Arte en la calle, Ceutí, Murcia Mayo 2008

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